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UN DÍA EN EL JAMBOREE, WEB SCOUTSUR, JOSE A. MAZA, HUELVA
Antonio Alaminos - Castor Precavido  05/09/2007  13:41:54

Fuente: web Actualidad-Scoutsur

UN DIA EN EL JAMBOREE

Articulo de Jose Antonio Maza, de Huelva.

Salta a la vista que el título de este artículo tiene muy poco de original; sólo con recordar un instante se nos pueden venir a la memoria “Un día en Nueva York”, el musical, con Frank Sinatra; o la excelente, “Un día en las carreras”, con los inigualables Hermanos Marx, y si tú, lector, tienes la suerte de ser tan joven que no sabes de qué hablamos, no te demores en ver, al menos, la de Groucho y familia.
Ya me gustaría poder usar como encabezamiento “Dos días en el Jamboree”, o mejor, tres, cuatro…, o mucho mejor, “Crónica del Jamboree”, pero para las siete personas del Grupo Saltés que nos desplazamos desde Huelva hasta Hyland Park a visitar a nuestros veintitrés chicos y monitores que estaban participando en la celebración del centenario, ese privilegio tenía la limitada duración de un día, que a las cinco de la tarde llegaba a su fin sin posibilidad de prórroga. Éramos como cenicientos tempraneros.

Cuando, al atardecer del día anterior, desembocamos en la primera calle de Londres a la que la boca del metro nos había conducido tras apretada confraternización con algunos londinenses en el interior de un vagón, precedida por un agradable viaje en el tren de cercanías proveniente del aeropuerto de Gatwick, nos topamos con unos scouts malayos, ¡y aún no habíamos pisado la acera! Inmediatamente les abordamos y nos presentamos como scouts españoles; allí estábamos, la jefatura del Saltés y la presidencia de su Comité de Padres intercambiando insignias y saludos con aquel grupo que acababa de concluir su visita al Jamboree y que ahora se fotografiaba con nosotros. La escena había sido contemplada por un joven africano que se acercó apresuradamente y comenzó a estrechar nuestras manos a la vez que nos preguntaba sobre nuestras procedencias, mientras él se identificaba como scout de Ghana. El Jamboree comenzaba a respirarse con mucha más intensidad.
La terminal de autobuses del aeropuerto de Standstet era un hervidero de scouts impecablemente uniformados, en su mayoría monitores, que, mientras aguardaban disciplinadamente su turno para el autocar que les habría de conducir a las inmediaciones de hyland Park, se fotografiaban mezclándose en grupos multinacionales. Un contingente de estadounidenses, nos pidió compartir la foto de recuerdo; si su estatura media impresionaba, más lo hacían sus camisas, plagadas de insignias alusivas a todo tipo de méritos. Fue entonces cuando uno de sus líderes se fijó en nuestra Pili, de pequeña talla, que silenciosamente tomaba fotos de todo; de su pañoleta pendían cuatro tizones. Le faltó tiempo para avisar a sus compañeros más veteranos, y aquellos scouts de impresionante estampa saludaron respetuosamente a Pilar Martín, miembro de nuestro equipo de trabajo, a la que obsequiaron con alguna de sus insignias más preciadas.
El final de aquel trayecto era la antesala del Jamboree, una explanada inmensa, muy cerca ya del punto de destino, en la que convergían autocares y automóviles llegados de diferentes puntos; allí se nos entregaba la documentación y las pulseras que nos acreditaban como visitantes autorizados para esa fecha. Si lo de antes era hervidero, lo de ahora era una riada multicolor de scouts. A partir de ahí sólo podían continuar los autobuses oficiales de la organización, y para canalizar las salidas y ubicar personas sin desunir grupos allí estaban, con sus altos gorros de vistosas rayas, los IST, a los que veíamos por primera vez en acción. Voluntarios de todos los países que habían hecho un esfuerzo personal y económico para acudir a prestar un servicio, y es justo decir que la fluidez fue total; la organización, que había provisto abundancia de vehículos y el buen hacer de los IST redujeron al mínimo el tiempo de espera, que, por otra parte, se aprovechaba para entablar conversación con los vecinos, perdimos la cuenta de las veces que habíamos chapurreado el “where are you from?”, y las que nos quedaban…
El corto tramo que nos quedaba por recorrer fue amenizado por una joven IST hindú que nos facilitaba explicaciones sobre el lugar y cifras varias, además de indicarnos algunas pautas de comportamiento a seguir, la pobre arrastraba un gran resfriado y le resultaba dificultoso hablar, pero desempeñó su cometido y nos despidió a la llegada sin perder la sonrisa. Acabábamos de llegar al Jamboree del centenario.
Si nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que dijo Manrique, aquella riada humana con pañoleta había ido a dar en un océano de scouts, pocos de los que estuvieran allí habrían visto alguna vez semejante cantidad de ellos reunida. De repente, estábamos tomando conciencia de la magnitud del movimiento scout al que un día decidimos incorporarnos.
A lo largo de un camino flanqueado por innumerables banderas, miles de recién llegados éramos recibidos por decenas de IST que nos daban la bienvenida, a partir de ese momento ya no sabíamos dónde mirar, incontables hileras de tiendas de campaña, asombrosos pabellones construidos con madera y lona, muchachos practicando juegos y bailes y… scouts y más scouts en continuo trasiego en todas direcciones. Ahora se trataba de encontrarnos con nuestros chicos, habíamos quedado junto a la visible e impresionante estructura negra del restaurante de Alemania. Una llamada: “¡ya hemos llegado!” y pocos minutos después los estamos abrazando, sus caras reflejan entusiasmo; a la obligada pregunta sobre “¿cómo estáis aquí?” la respuesta es unánime: “Ojalá esto durase mucho más”.
Se les ve cómodos y muy relacionados, se codean con sus vecinos belgas, japoneses, nigerianos, polacos…; nos cuentan que, a veces, la mitad de una tropa se intercambia con la mitad de otra de nacionalidad diferente para compartir almuerzo; a estas alturas la mayoría han trocado sus pañoletas, chubasqueros, gorras, camisetas y objetos de lo más variopinto. Nos preguntan ansiosos si les hemos traído más insignias para cambiar, las que traían hacía tiempo que se agotaron, les entregamos los últimos restos que pudimos recopilar rebuscando por nuestros locales.
Aquello es tan inmenso en extensión que sabemos que sólo será posible conocer una pequeña parte; disponen de tiempo libre, les pedimos que nos guíen hasta el stand de España, por el camino continuamos maravillándonos: una zona de atracciones, con una noria y un galeón montados con palos y cuerdas, a pleno funcionamiento, que captan particularmente la atención de Paco Vargas, el “constructor” por excelencia de nuestro grupo, que en el pasado San Jorge de Chiclana, ayudado por algunos de nuestros chicos que ahora estaban allí, había levantado un conjunto de mástiles que recreaban la estructura del Puente de Londres. En el stand nos encontramos, al pie del cañón, con Elías, uno de los líderes del contingente español, que durante la ronda solar que estaba concluyendo había hecho un gran esfuerzo por mantenernos permanentemente informados sobre las gestiones y preparativos del Jamboree que ahora todos disfrutábamos. En la decoración, un fuerte color de Andalucía, con enorme presencia de Huelva, nuestra ciudad; nos comentan que está siendo muy visitado y que durante el festival gastronómico fue uno de los que más éxito cosechó; sentimos el orgullo de lo bien hecho. La sábana foto, fruto del trabajo de los chicos de la provincia de Cádiz, simpática a más no poder.

chavales nos encaminan hacia la zona donde se intercambian las insignias. Para quien nunca ha visto una concentración con este fin, puede resultar bastante sorprendente; alrededor de unas mesitas tiene lugar una curiosa mezcla de cortesía scout con unas duras negociaciones dignas del más complicado mercado de bolsa, un conjunto de equivalencias ha ido tomando cuerpo y los cambistas tienen muy claro cuántas insignias de un tipo han de pedir a cambio de una de otro. Sin saber cómo, también nosotros acabamos inmersos en aquella dinámica, tanto, que cuando llega el momento de continuar nuestro recorrido todavía hay quien remolonea: “¡un momento!, ¡sólo una más”!...

Siguiendo los animados pasos de una banda escocesa de música llegamos hasta el gran escenario: ¡abarrotado!, encima, comienzan a entonar la canción del Jamboree y cada “¡Jambo!” es coreado por un masivo”¡Hello!”. Junto al puesto de helados, una señora con uniforme scout norteamericano nos pregunta en claro castellano de qué parte de España somos; nos dice que una de sus abuelas era española, de Asturias, y la otra de China, aunque ella es estadounidense de origen cubano, le entregamos una de nuestras insignias y se emociona, a pocos metros, su marido, sujetando dos helados a punto de derretirse, aguarda con una cierta cara de resignación.

Se acerca la hora del almuerzo -hora española- y, caminando, caminando, “sin darnos cuenta” acabamos en el espacio de la tropa Guadaonuba, dentro del subcampo Atoll; “casualmente”, ese día, los chicos tienen algo más de comida y desean invitarnos a almorzar. Saludamos a sus compañeros de Guadalajara, que nos reciben con mucha cordialidad. Se acercan algunos vecinos japoneses y nigerianos. Terminando el almuerzo, reciben una visita de la organización, pensamos que les pueden llamar la atención por la presencia de visitantes externos, pero no, les felicitan por lo limpia y ordenada que tienen la parcela, y es que, “casualmente” esa mañana habían hecho limpieza.

Empleamos los últimos momentos que nos restan hasta las cinco en visitar la tienda de recuerdos; La jefa de nuestro grupo, Mari Carmen, compra un presente para cada uno de los monitores.

Nos encaminamos a la salida del recinto acompañados de nuestros muchachos, ahora la riada es en sentido inverso y los IST nos dicen adiós, deseando que hayamos tenido una feliz estancia. La despedida de nuestros chicos no tiene nada de triste, porque sabemos lo bien que se encuentran participando del evento. Utilizamos para la vuelta los mismos transportes, con la misma eficaz organización. Aun nos quedan en los bolsillos algunas insignias que intercambiamos en el interior del autobús; un monitor Danés nos ofrece, orgulloso, la insignia de su grupo, que también celebra los cien años de existencia.

Los siete estábamos muy marcados por el día vivido, que habría y habrá de dar para muchas horas de conversación. No sería nuestra última vivencia scout en Inglaterra; en los cuatro días que permanecimos en Londres, no hubo ni uno sólo en que no topásemos con algún grupo scout, incluso llenamos un pequeño restaurante, frente al museo Británico, junto con un grupo de Murcia, algunos de cuyos monitores habían sido alumnos de nuestra compañera Pilar; ¿más coincidencias? Los dos camareros que nos atendían eran naturales de Sevilla y Granada. han hecho tener un poco más de fe en el futuro. Si, utilizando símiles del momento, el planeta se me antoja un gran campo al que definir como “Desierto”, donde muchos intentan que prevalezca la ley del más fuerte, el Jamboree se podría denominar como el subcampo “Oasis”, donde muchos miles están de acuerdo en una cosa esencial; “dejar el mundo en mejor estado de lo que lo han encontrado”. Han sido muchos los países participantes y todos, sin excepción, han enviado al lugar sus ramas de olivo, porque todos, en el fondo, aspiran a un mundo en paz e igualdad, y, para lograrlo, allí, cuarenta y tres mil voces han gritado al unísono: “¡Scouts!, ¡Siempre listos!”.


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